domingo, 15 de marzo de 2009

AURORA Y TITA QUIEREN SER ESCLAVAS

¡Hola!
Me llamo Tita, tengo 26 años y soy portuguesa. Entré en el Instituto de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús hace 3 años.

¿Porqué ser religiosa?
Desde pequeña que fui educada en la fe y en los valores cristianos. La solidaridad, la justicia, la paz y la reconciliación... en fin el amor al prójimo fueron configurando mi vida, definiendo mis opciones, pesando fuertemente en mis elecciones, en el modo de cómo vivir lo cuotidiano de la vida. Me atraía especialmente los lugares de misión, la oportunidad de sembrar vida en aquellos que más sufren y menos tienen.
Al ir crescendo, tuve la oportunidad de recibir una preparación para la confirmación que me hizo descubrir que todo aquello que yo sentí y deseaba ser fue lo que Jesús vivió. Así, el deseo de conocerle ocupó un lugar centrar en mi vida y a la medida que le iba conociendo me fui apasionando de su Persona, de su Vida y Misión.

¿Porqué ser Esclava?
De las preguntas que más me hice yo a mí misma: ¿por qué Esclava y no Misionera de la Caridad o de otra congregación apostólica?
Sí, lo que tenía claro era que Jesús me llamaba a la vida apostólica, que viviera mi entrega a Él, compartiendo la vida, la intimidad en la oración pero también compartiendo con Él su misma misión, colaborando en la construcción del Reino del Padre.
Soy antigua alumna de las Esclavas y ellas me enseñaron a vivir el amor al prójimo, con ellas fue conociendo a Jesús, un Jesús Reparador que da la vida para salvar la dignidad de cada persona, para liberar las ataduras de cada situación... con ellas fue descubriendo que la vida gana sentido cuando es entregada para bien de los demás... así fue participando en diversos voluntariados, dentro y fuera del país, y en cada lugar iba sintiendo que “ahí estaba mi vida”... en Jesús y con Él, entregando la vida para salvación de la humanidad sedienta de amor, de justicia y de paz.

¿Y hoy, qué?
En este momento estoy terminado el noviciado. Si Dios quiere haré mis primeros votos temporales como Esclava el día 28 de este mes. Después de uno de los momentos más fuertes de nuestra formación, de esta oportunidad de vivir dos años y medio conociendo más y mejor a Jesucristo, buscando ir configurando mi vida con la suya, un tiempo de apasionarme desde lo más hondo por Él, de dejarme coger por entero por su pasión por el Padre y por la humanidad, y en este proceso ir experimentando que es Dios mismo el que me inunda con su amor eterno, misericordioso y compasivo, que me libera, salva, perdona y reparada en la totalidad de mi ser... ante TODO... hoy sólo me queda darle las GRACIAS, una y otra vez “por tanto bien recibido”.
¡Hagamos todo... en Cristo, por Cristo y para Cristo!





¡¡HOLA!!
Me llamo Aurora, soy cordobesa. Hace tres años y medio que entré en la Congregación y ahora el 28 de marzo haré mis primeros votos… porque … quiero ser Esclava del Sagrado Corazón.

¿Qué es ser esclava?
Es sentirme viva, más que nunca, interiormente, por haber encontrado el amor de Dios en mi vida, en mi corazón, en el corazón de los demás, y ver que es por Él por quién quiero hacer las cosas más grandes y bonitas que jamás imaginé.

¿Y qué cosas son esas?
Para empezar, vivir cada día como si fuera el único que me queda. Vivir cada momento con intensidad, dando lo mejor que puedo a cada persona con la que esté y en cada situación.
A esto quizás no se le suele dar importancia, y podemos pensar que lo grande es salvar vidas o entregar la propia vida en una causa buena y difícil. También esto es grande, pero no lo es menos darnos, en cada momento en cosas pequeñas, poco aparentes, pero que son maneras de ayudar, de entregarnos con cariño de persona a persona, haciendo el bien, como Jesús y desde Él.

¿Y de qué manera se hace?
Con el corazón puesto en Jesús, tratar de vivir desde sus sentimientos para entregarme a los demás como Él lo hacía. Él era el más bueno y a la vez el más humano de las personas.
Esto quiere decir que porque lo he ido conociendo, y continúo en ello, estando en varios momentos del día con Él, a solas, en oración, dejando que me hable al corazón, leyendo el Evangelio, viendo cómo Jesús sentía las cosas interiormente, y cómo se relacionaba con los demás y conocía nuestra propia naturaleza humana, como lo era la suya, recibiéndole en la Eucaristía y dejándome llenar por su gracia ... por todo ello, puedo acercarme más a su corazón y al de los demás, y darme cuenta de que sus sentimientos eran como los nuestros, y su comportamiento como el de cualquier persona, pero, eso sí, siempre puesto al servicio de los demás, buscando hacer el bien y en unión con nuestro Padre Dios, que tanto le amaba y le ama, como a nosotros, para hacer su voluntad, y que es que nos demos a los demás, nos ayudemos unos a otros por amor.

¿Qué hacemos las esclavas?
Tratamos de vivir entregando la vida en todo lo que hacemos y poniendo en el centro de todo a Jesús y la Eucaristía, que es acción de gracias y celebración con los demás de la gratuidad de su amor hasta el final. Así lo vivió nuestra fundadora, Sta. Rafaela Mª. Todo lo que hacemos es en misión. Nuestro carisma, que es esa parte de Jesús, de Dios, que da sentido a lo que hacemos, es la Reparación. La Reparación es sanación de lo que está roto en las personas y no se ve. Es trabajar por que, con la ayuda de Dios, que las heridas interiores de las personas queden curadas, y que en esa curación se acerquen más a Dios y a los demás.
Ayudar a que las personas se reconcilien consigo mismas, con los demás y con Dios. Nosotras también somos reparadas por Dios, en comunidad y con los demás, y lo que hemos recibido gratis queremos darlo gratis. La Eucaristía es la máxima expresión de la Reparación, porque en ella todos nosotros somos reparados por Jesús, que se ha entregado por nosotros hasta dar la vida por amor y es ese amor el que nos sana y nos salva de nuestros pecados, a pesar de nuestras debilidades.
Todo esto fue lo que quiso Sta. Rafaela Mª y ella vivió: que todos conocieran a Jesús y lo amaran, amando también a los demás.
Es todo esto un proyecto de vida que da sentido y fuerza a mi existencia y que, aunque siento en mí los defectos y debilidades que tanto nos caracterizan como personas, me hace sentir la persona más feliz del mundo.

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