sábado, 6 de febrero de 2010

Esclavas andaluzas por el mundo, con un corazón universal



Caty Gómez, aci
(Nacida en Pedro Abad,
un pequeño rincón de Córdoba,
con ventanas abiertas
al mundo entero,
y desde que es
Esclava del Sagrado Corazón de Jesús
se siente ciudadana del mundo
desde otro pequeño rincón de la tierra,
actualmente Kinshasa (Congo) )







La mujer embarazada lleva prácticamente sola,
en su cuerpo y en su corazón, durante nueve meses, todo el peso del embarazo.
Experimenta la alegría íntima y profunda de llevar en ella una nueva vida,
Y, al mismo tiempo, es ella también la que sufre
las molestias, los cambios en su cuerpo, el cansancio…las náuseas…
Pero cuando el bebé ha nacido PERTENECE a TODO EL MUNDO…
ES EL NIÑO DE TODA LA FAMILIA…”
(De un Proverbio africano)


Me parece que este proverbio africano puede ilustrar, un poco, la experiencia vivida durante estos 22 años de mi vida en África y más concretamente en Camerún y en R. D. Congo. En efecto creo haber recibido esta Misión como una semilla de vida depositada en mi corazón de mujer consagrada, de Esclava del Sagrado Corazón de Jesús, por la gracia de Dios, gratuitamente, como un regalo muy precioso del que me siento, a la vez que indigna, agradecida siempre.
No sabría compartir una experiencia de inculturación, no llego a dominar esa terminología, ni toda la profundidad que este término contiene; Es muy probable que “mis esfuerzos de inculturación” sean bien frágiles… Puedo solamente decir que siempre he querido seguir al Cristo Pobre y Humilde, este Jesús Eucaristía que me llama, me seduce, me invita cada día a ser con E y como El: “Pan que se entrega y Vino que se ofrece para la vida del mundo.” (Cf. C. 18)

Llegué a África, obviamente, con” el deseo ardiente” de Rafaela María: “Como pueda, y si no con oraciones, hacer porque todos lo conozcan y lo amen” pero también con un “pequeño miedo” de no saber “florecer dónde Dios quería sembrarme”. Todo era tan diferente… Tan fascinante… ¡Tan desafiante!: “Señor, que yo sepa descalzarme para pisar esta tierra sagrada…”
En el día a día he ido viviendo la experiencia del “despojo”, muchas veces con dolor: Saber escuchar, comprender, dejarme conducir, no juzgar con mis criterios occidentales, no querer imponer a priori mis opiniones, saber “morir a mis ideas brillantes y geniales… ”, A mis soluciones eficaces y rápidas ante las situaciones y los problemas… Dejar el protagonismo y dar tiempo a los otros, respetar su ritmo y su manera de hacer… “es necesario que El crezca y que yo disminuya…”

Pero… NO FUE NADA, NADA DIFÍCIL percibir, descubrir y recibir como un regalo, todos los valores africanos que me conmueven, me afectan y me sorprenden cada día más: la hospitalidad, la acogida, la solidaridad, la sabiduría, la simplicidad, la belleza, el genio artístico, el sentido de fiesta en la celebración de la vida como de la muerte, el valor de lo sagrado y esta religiosidad tan profunda, la imagen de Dios Padre y de Jesús el Hermano Mayor, la fuerza “de la palabra”, los vínculos tejidos en esta gran familia….
NO FUE DIFÍCIL percibirlos, descubrirlos en la vida y en los acontecimientos de cada día… hasta el hoy y aún más… en Sangmelima, en Bikop, (Camerún) y aquí y ahora en Kinshasa…

Pero para mí, lo más apasionante no es África sino los AFRICANOS, las AFRICANAS. Experimento “una gran alegría y consolación” cuando veo “con los ojos del corazón” que nuestro Carisma de Reparación, que nuestra Misión de Educación evangelizadora se arraigan, poco a poco, en la tierra Africana y nuestra Familia Religiosa va encontrando también “su rostro encarnado” (¿inculturado?) en los rostros de tantos hombres, mujeres y niños africanos!!! Y, sobre todo, en los rostros De nuestras hermanas congoleñas, camerunesas… ¡QUÉ ALEGRÍA PARA SANTA RAFAELA MARIA ¡ ¿Verdad?

Ciertamente, “no hay parto sin dolores…” pero, como decía nuestro proverbio del inicio: “Cuando el niño nace, pertenece a todo el mundo, es el niño de TODA LA FAMILIA…” No puedo menos que agradecer infinitamente al Señor, a la Congregación y, sobre todo a las personas con las que me he ido encontrando y con las que vivo y he vivido, el TESORO, el REGALO INMENSO, DESPROPORCIONADO, que me han ofrecido…
Llevo siempre este tesoro en “el vaso de barro” que soy…

EL NIÑO VA CRECIENDO…
No sé si esto es un testimonio de mi experiencia por tierras africanas… pero puedo concluir diciendo que no es África quien ha cambiado mi vida… ¡No!... Mi vida la cambió Jesús, trastocando todos mis esquemas…y no deja de hacerlo… PERO África y sus gentes han cambiado mi manera de comprenderla, de mirarla y de situarme ante ella…
…. Tengo un pasaporte y una nacionalidad… Mi corazón, en el fondo, es congoleño, camerunés, africano…

“Como Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús
estamos llamadas a testimoniar la Eucaristía.
Seremos signo del misterio de unidad que celebramos y adoramos,
si nuestra caridad fraterna manifiesta a los hombres que es posible la comunión más allá de los vínculos de la sangre, la nacionalidad y la cultura. ” (Cf. C. 62)



Caty Gómez, aci